21/1/12

YA NO QUEDAN COCOS

Me duele que en España estén cambiando determinadas cosas.
Esta España multicultural, acogedora, juerguista y fiestera. Esta España que rezuma vivencias e historias en cada uno de los rincones de su geografía.
 España que se esta volviendo agresiva y desconfiada, introvertida y aburrida, que esta dejando de soñar, que esta dejando de albergar en sus bosques a personajes míticos y fabulosos que desde hace cientos de años, sirvieron para asustar a las jovencitas y a los niños. Personajes como  O Palpador o  la Santa Compaña. Hemos desterrado de las casas Al Trasgu, al duende Martinico o al Diablo Cojuelo. Ya no  se asustan los niños con las historias de Camuñas, La Cocharrona o La Tarasca.
Me duele esta España mediocre que esta cambiando la cruda realidad por los sueños, que se afana en vivir de espaldas a una cultura fantástica de noches oscuras de luna llena, donde los hombres lobo abandonas sus guaridas para buscar sangre fresca. Historias de miedo al amor de la lumbre, de niños asustados pero ávidos de cuentos e historias que ponen los pelos de punta.
Tal vez esto sea así porque es mucho mas terrible y da mas miedo la realidad que nos envuelve que las viejas historias de pueblo.

No obstante yo me quiero resistir a que estos personajes reales, semi reales o fantásticos, queden en el olvido y desaparezcan en el oscuro pozo de la indiferencia.
Volvamos a llenar los pueblos y bosque de España de hadas, cortejos de muertos, hombres lobo, trasgus, gigantes y devora niños. Mantengamos viva la imaginación de nuestros hijos con estas historias vibrantes y autenticas que para si quisieran los americanos en su noche de  Halloween.

Paseando los perdidos pueblos de la geografía burgalesa, tan llena de contrastes y culturas, me encanta conversar con sus gentes que, reacias al principio, se brindan a conversar y contar viejas historias de noches de invierno al calor del brasero, con una taza de chocolate espeso o de un porrón de vino del año, mientras en la lumbre, montada en la trébede, una sartén cruje mientras se tuestan unos torreznos.
Sensaciones y costumbres que se pierden y nos hacen mas mecánicos, menos humanos. Nos alejamos de las viejas raíces de los recuerdos. Cierto es que hoy no hace falta asustar con historias a los niños, para que vean en los reflejos de la luz de las velas, fantasmas y demonios, les basta con oír los telediarios, ojear un periódico o asistir a la escuela, donde la palabra crisis el Hombron, el Tragaldabas o el Hombre del saco.
La competencia es dura y los fantasmas actuales no solo asustan, además hacen daño.
Felices sustos, volver a la imaginación y rememorar "cocos" populares, que la vida ya os la amargaran las tropelías de Bigotes, Urdangarin o los nuevos Torquemadas que censuran las redes sociales.

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