5/11/11

CEMENTERIOS


Antesala de la eternidad, paseo lúgubre, donde la muerte ejerce sabiamente su magisterio. Donde la vida se difumina por un instante que dura una eternidad, entre las piedras de tumbas tapizadas por el musgo y ennegrecidas por el paso de los años.
Tumbas planas de mármoles jaspeados, que sepultan historias maravillosas o vulgares, secretos recónditos que nunca más verán la luz. Ciudades de adosados con patio y jardín. Serenas veredas de verde césped, jalonadas a los lados por cipreses orgullosos que apuntan majestuosos al cielo gris que llora cansadamente en gotas de lluvia.

Tumbas verticales como funerarios pisos de comunidad, silenciosos y fríos, adormecidos en un sopor de lejanía de la tierra húmeda. Nichos de reposo eterno con vistas al cielo.
Quiero entre tanto silencio meditar, ordenar mis pensamientos mientras se va desvaneciendo la bruma matinal por los rayos del sol que tímidamente se despereza entre la nubes lluviosas. Espejismo que apenas dura unos instantes para desaparecer y la fina lluvia comienza nuevamente a mojarme.

Angustiosa comitiva de cruces y ángeles esbeltos, de fechas y de nombres, de epitafios y flores. Jalonan los sepulcros como guerreros protectores velando los eternos sueños.
Mis pasos que resuenan me estremecen, la angustia de andar y no avanzar, la asfixia de sentirse rodeado de la muerte. La muerte sumisa y silenciosa que como velo negro, engaño con su aliento a los que ahora contemplan el cielo a través de la losa que recubre su morada.
Dios que solos se quedan los muertos.

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