19/3/12

Paseando la mañana

Las calles desiertas, vacías y tranquilas, Burgos se despereza en un ritmo lento y dulzón de una mañana festiva que huele a tostadas y desayuno en familia, las campanas reclaman la atención de los fieles, mientras los otros madrugadores enfundados en sus ropas deportivas se dirigen andando o corriendo hacia la zona de Fuentes Blancas.

Mi paseo hoy quiero que sea urbano, callejeando por las calles de este Burgos dormido que me entusiasma.

Al salir de casa veo la figura rígida y majestuosa de la cigüeña crotorando con su pico, como permanente vigía de la espadaña de la iglesia de Santa Clara.


Timidamente el sol se asoma entre las nubes, pintando en el cielo ese  maravilloso azul de castilla que no existe en ningún otro sitio.

Transito por las calles desiertas, recién regadas que arrastran las secuelas de noche de cerveza y vino. Agua que limpia las calles y aromatiza el ambiente con un olor a humedad y frescura. 

Puentes que unen a una ciudad partida en su espinazo por un rió, ahora lamentablemente escaso de agua. Puentes que acercan a las puertas de antaño, que proyectan los  corazones hacia una ciudad, ávida de visitantes, abierta a los corazones que se quedan encogidos al contemplar, una vez cruzada la Puerta de Santa María, la maravilla gótica de la catedral.


Los establecimientos hosteleros comienzan su puesta a punto, para recibir los clientes madrugadores, ruidos de persianas metálicas, arrastras de sillas y mesas, olor a café y tostadas.

Es el Burgos intimo de calles estrechas y acogedoras, es el Burgos que en pocas horas acogerá con bullicio y amabilidad a los ciudadanos que se disponen a compartir con familiares y amigos, vinos y tapas, manjares al vuelo y a pie de barra, conversaciones y risas.

Ese Burgos que ahora se limpia las legañas, me gusta y reconforta, es como la hermosa que es sorprendida al levantarse de la cama, sin la capa de maquillaje. Natural y encantadora, sencilla y coqueta.
Arrastro mis pasos por las calles San Juan, La Paloma , Los Herreros, Fernan Gonzalez.

Aprovecho para deleitarme con la hermosa panorámica de los tejados de la ciudad y sentirme como el diablo cojuelo, levantando los tejados y descubriendo los engaños, trapacerias y miserias que bajo las tejas árabes se esconden.

Siempre me emociona cruzar la puerta de San Martín y descender las escaleras que conducen hacia el barrio de San Pedro y puente de Malatos, referente de caminante que proyectan su futuro en Santiago de Compostela.

Desde aquí a las Huelgas, visión de dioses que configura la delicia de un barrio que aun conserva la magia de los pueblos de esta tierra. Casas de piedra y olor a leña que vivifica los hogares, chimeneas humeantes que certifican calor de vida .

Una mirada a la imagen del arco de la Amparo y recuerdos del viejo molino que antaño se ubicaba en este lugar. Camino de la Castellana para desembocar atravesando la pasarela sobre el Arlanzón en la Isla.

Mi lugar emblemático, mi sitio preferido, mi referente. El lugar donde acudo cuando me invade la alegría o la melancolía. Perderse entre sus jardines es la mejor medicina para templar la ansiedad.

Este es el Burgos que me embriaga, esta es la ciudad que quiero, limpia, tranquila y recoleta, festiva y alegre, sosegada  y mundana..

Creerme, si algún día decidís a vivir un paseo por este Burgos casi  irreal, magico y muchas veces desconocido, calzaros una zapatillas cómodas, colgaros del cuello la maquina de fotos y olvidaros del tiempo, callejones como Valentin Palencia desembocando entre el CAB y la iglesia de San Esteban, arco de San Esteban, Callejón de Embajadores, Cabestreros, Pozo Seco y otras callejas donde todo es posible que ocurra.
Llegado el momento un ribera y un bocado en cualquiera de los bares de esta ciudad que se te mete en la sangre y la amas y la odias, pero siempre te invita a disfrutarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario