7/4/12

En mi pecera

A veces me parece estar viviendo una vida que gira ante mi como un carrusel. Las  imagenes se repiten cada cierto tiempo una y otra vez. Es un girar vertiginoso que cada instante me devuelve una imagen conocida, vivida ya, pasada.
He tardado mucho tiempo en enterarme de que en realidad estoy viviendo en una pecera, y que el que gira una y otra vez soy yo no el mundo. La sensación de velocidad de las imagenes es sencillamente, la deformación de la lente que configuran el cristal  y el agua.
Llegar a esta realidad, no ha sido fácil, mi ultima reencarnación en persona humana, me ha llevado a darme cuenta de que mi anterior vida se desarrolló dentro de una pecera.

 A lo primero, mi vida de pez no me parecía mal. Tener una memoria muy corta es una ventaja aunque parezca lo contrario, no acordarte de nada ayuda mucho a llevar una vida normal en un reducido espacio. En estas condiciones es importante que antes de empezar la próxima vuelta, se te olvide la anterior.
Poco a poco se me fue haciendo insufrible, me aburría soberanamente. Esta sensación comenzó a asaltarme el día que cambiaron mi pecera antigua por otra de menor tamaños.
Aquel día no lo olvidare jamas. El estallido ensordecedor fue seguido por una fuerte corriente de agua que me arrastró al vacío, hasta chocar con el suelo duro. Me ahogaba, sentía que me moría y no podía evitarlo, contaba los segundos que me quedaban de vida, hasta que una mano me atrapo, no sin dificultad debido a los coletazos que yo daba, y me introdujo en una nueva pecera provisional.

Aquel día pude contar que podría vivir fuera del agua, al menos ciento ochenta segundos y me di cuenta que esa cifra, no se me había olvidado. Permanecia en mi diminuto cerebro como grabada a fuego y cuando me transvasaron a la nueva pecera la dichosa cifra seguía allí como un constante recuerdo, esa sensación, nueva para mi, me resultaba muy extraña.
Desde ese día cambio toda mi existencia, mi memoria duraba mas que lo que tardaba en dar una vuelta a la nueva pecera, todo era igual, las mismas figuras deformes, giraban y giraban. Monotonía rota eventualmente por el deforme niño que a ratos intentaba cogerme, o el horrendo gato que me miraba como hipnotizado.
Todo resultaba monótono y aburrido. Mi memoria se delataba cada vez un poco mas.
Ni el momento mágico y deseado antes de ver caer la comida del cielo, me resultaba ahora atractivo.
Dentro de mi se estaba librando una dura batalla. Comprendia mi situación y me agobiaba pensar que mi vida se convertiria en un carrusel de figuras deformes.
Ahora podía pensar, pensar que el único sitio de la pecera por donde podría acceder a la atmósfera hostil, era por la boca donde se me suministraba comida. Para ello debía saltar, un salto enorme y definitivo.
Después...., ciento ochenta segundos máximo de agonía, hasta alcanzar una fuente, arroyo o rió, que garantizasen mi libertad.
La idea de no poder lograrlo, detenía mis ansias de escapar. Pero intuía que tarde o temprano lo intentaría.
Fue de mañana, mientras todos dormían. Tomé un gran impulso y salte como nunca lo había hecho, con todo mi pequeño corazón, al poco me sentí rodando por el suelo, con una sensación impresionante de ahogo. Dando coletazos y contando uno, dos, tres, mis pulmones estallaban 100, 101, todo mi ser parecía desvanecerse y mi cabeza reventaba.
 Estaba a punto de llegar a la puerta cuando una enorme mole de goma se abalanzo sobre mi. Su presión fue tan enorme que todo mi pequeño cuerpo quedo totalmente aplastado.
Ahora en mi nueva vida soy un hombre, con una enorme capacidad de pensar y razonar, pero con una sensación de miedo a volver a vivir en una pecera.
No obstante tengo la certeza de que mientras sea capaz de cerrar los ojos y soñar estrellas, nunca jamas acabare dando vueltas en una pecera.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario