Es lunes, nuevamente lunes, sufridamente lunes.
Atrás ha quedado el fin de semana caluroso y sofocante, pero relajante y gratificador. Atrás ha quedado el paseo por los pinares y las laderas empinadas, la tortilla y los frescos manantiales a los que amorrase sin pudor para sentir en tus labios la dulzura del agua fresca y cristalina.
Comienza el lunes. El critico lunes después de una jornada liguera, después de una victoria del Barsa, el equipo de mi jefe, de mi pesado jefe.
Comienza el lunes de Mesi, de Iniesta, de que se joda el Madrid que empato, de los putos sindicatos, de que por mi estaban todos en la cárcel, de la herencia de Zapatero y de lo listo que es Rajoy.
Todo esto combinado con un ligero dolor de cabeza y un café de maquina, me ponen el cuerpo a punto de colapsar, todo mi ser me pide a gritos salir corriendo al retrete.
Los lunes son un entrenamiento critico para la semana laboral, si lo superas el resto es coser y cantar.
El lunes, a parte de las gracias, sospechosamente alegres, del jefe, de su sarta de gilipolleces de perfecto conocedor del fútbol, la política y otras artes; el lunes aporta mala hostia suficiente como para afrontar la semana al ritmo de tonterías mas profundas y serias.
¿Acaso no es un entrenamiento a fondo escuchar las paridas de mi jefe?. Yo le estoy profundamente agradecido ya que a partir de esos terribles primero veinte minutos del lunes, mi cerebro se siente preparado para procesar correctamente las declaraciones malintencionadas de Floriano, las mamarrachadas de la taruga Cospedal, las coces que suelta la señora Botella, los tecnicismos del incompetente De Guindos, o las tonterías varias de los becarios de turno, que puestos a decir majaderias, se gustan y llegan a hacerlo con mas mala hostia que los titulares.
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