Lamento decirlo pero no me gustan los políticos. No saben transmitir, no
saben hablar.
No es que me gusten los políticos charlatanes que sueltan sus discursos como vendedores ambulantes de feria, como si su mensaje fuese mercancía para ser vendida. No es eso, a mi me gustan los políticos que hablan el lenguaje de mi tribu, que saben expresarlo convencidos y claramente, con la libertad y la osadía que da la verdad y la ironía.
Me gustan los políticos que saben que los sentimientos no se prestan, que se transmiten a través de la epidermis. Me gustan los políticos que saben introducir su verdad por los poros de la piel.
Yo he decidido declarar la guerra a los mediocres, a los del discurso prestado y lleno de metáforas y retorica con sabor a viejas estampas en blanco y negro. Frente a ellos me siento mas real, mas transeúnte, mas del pueblo.
En los tiempos que vivimos, los políticos se han apoderado de la palabra, de la mentira de la pifia y la engañifa. Su solemnidad para inventar retoricas que encubran sus engaños, bordea el ridículo mas espantoso. Son bellacos hasta para hablar, carecen de consistencia y de fuerza.
Me gustan los políticos que transmiten frescura, capacidad de motivar, habilidad para manejar el lenguaje sin retorcerlo, de hablar de manera domestica pero no vulgar, que mantienen la intensidad de su discurso sin agobiar, que saben crear atmósferas, situaciones y ensueños prodigiosos.
No quedan, ya no quedan y sabéis ¿ por que ?, porque los políticos no creen en la verdad, no saben que es la verdad.
Nicanor Parra, poeta o antipoeta segun se mire, describe a ese hombre imaginario, invisible para los politicos, ciudano de la verdad y el convencimiento.Hombres imaginarios que viven y disfrutan, baratas e imaginarias cosas.
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios.
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario.
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
Buscaremos la verdad imaginaria, de politicos imaginarios, mientras el pueblo real recupera la politica real.
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