17/3/13

Burgos en silencio

Nunca fueron mas humanas las ciudades, que por la mañana temprano, cuando las primeras luces se funden con los ruidos del trasteo, de las persianas de los establecimientos abriendo. De los carros de los limpiadores , de la bulla de los mercaderes  y de roce de habito y sotanas acudiendo presurosos al toque de la campana.

 Nunca fueron mas hermosas como cuando reflejan su hermosura por la lluvia, que las limpia y que las revoca de un brillo especial, de una luz increíble y de un aroma a primavera;nunca fueron mas señoriales que cuando  sus calles nos devuelven el eco de nuestros pasos, porque asistimos a su estreno con el privilegio de ser los únicos paseantes.

Me gusta solitaria y vacía, desnuda de almas y con la seguridad de estar asistiendo a un momento que se desvanecerá en breves instantes , cuando la gente se ponga en marcha de sus quehaceres en un encuentro con la rutina de cada día.



Riberas del Arlanzón, crecido por las nieves y la lluvia; aguas que unen cielo, tierra , paisaje  y piedra ardiente. La glera que al Cid acogió, pues nadie daba posada.
Y al fondo Santa María, la puerta de la ciudad, fortaleza de la gloria de viejos tiempos.


 Nunca existió mejor visión que al cruzar Santa María , encontrar el maravilloso gozo de la catedral; sintiendo tanta grandeza uno se siente encogido. Por mas veces que lo viere, mas quisiera de gozarlo.

Por Burgos anda un encantador, que te inyecta el veneno de la hermosura y te envenena los sentidos, de tal manera que te ves arrebatado, enamorado y unido a este montón de historia, de piedras y señorío de viejos y nobles tiempos. 

Piedras cargadas de musgos e historia, mas de mil años de historia, Burgos siempre distinto pero siempre hermoso, en la soledad y en el bullicio. Corazón viejo latiendo y palpitando lleno de vivencias y de historia.

 Si bien tenemos la fama de que Burgos es un sitio frió, solo hace falta venir, con ropa adecuada, eso si, y olvidarse de si es invierno o verano, primavera u otoño. La ribera de su río, modesto pero cargado de luces, te dirá en cada momento que estación del años es y tu corazón notará que el verdadero clima no es una brisa de aire que estira el cutis, ni un paisaje nevado, ni una helada que quema; es un estado del alma que reconforta la vista y los sentidos y aunque tus manos se enfríen, tu corazón se estremece de calor.


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